Nada más reconfortante como mirar una puesta de sol,
escuchar el vaivén
de las olas del mar.
El atardecer, el anuncio de que la noche serena y tranquila se avecina
por tal razón para mi es sinónimo de paz, tranquilidad.
Este ha sido mi refugio por largos años, aquí suelo venir alimentar mi
propia alma.
Solo en la serenidad de la calma misma, la hallamos.
Este refugio es mi espacio personal, es parte de mi vida refugiarme aquí.
Es donde mis pensamientos se asientan, se serenan, y todo adquiere
sentido.
Donde encuentro las respuestas, todo me habla.
Donde la musa, mi eterna amiga y compañera nocturna brinca de regocijo
ella no se hace esperar,
con ella saco hojas en blanco y dejo correr la tinta en ellas.
Son momentos en lo que elevo mi mirada y doy gracias por la vida,
por la familia, por mis hijos, la experiencia, por las enseñanzas, por los golpes,
por los fracasos, por las lagrimas, por la madures, por las fuerzas para seguir,
por el amor, por el deseo, por soñar, por la ilusión, por respirar...
Cuantas cosas nos perdemos por ir afanados en la vida,
olvidamos tener un tiempo intimo con nosotros mismos.
Encontrar ese espacio en el que meditas, evalúas, te das energías,
te permites incluso hasta no pensar nada en específico.
Solo concentrarte en el murmullo de las olas acariciando el mar,
en sentir el roció del mar en tu rostro,
sentir la arena fría dando masajes a tus pies,
cansados de un largo día.
Detente...
Saca un tiempo para admirar las bellezas que la vida nos regala.
Aprecia lo que tienes, lo que ves, lo que sientes, lo que te inspira.
No dejes que la rutina te controle, te asfixie. Sal coge aire, recárgate.
Encuentra tu lugar favorito, ese único y especial rincón que te llena de
energías.
Conviértelo en tu rutina, como si fueras a un gimnasio.
Sentirás la diferencia en tu vida y los que te rodean, lo percibirán.
Todos necesitamos ese espacio íntimo con nosotros mismos, con el
universo, con Dios.
Aprovéchalo, es Gratis!
© Ativ